Espiritualidad: Conciencia de ser

Espiritualidad

La espiritualidad es la evolución natural de todo ser humano. Somos conscientes de que somos, pero no sabemos quiénes somos. Esta búsqueda de lo que somos constituye el núcleo de nuestra espiritualidad.

Creer que eres lo que no eres te impide ser lo que ya eres.

Nuestra forma habitual de estar en el mundo, distraídos con los problemas cotidianos, tratando de huir del dolor y buscando en el lugar equivocado la felicidad, nos aleja de la simplicidad y del silencio interior, que nos permitirían percibir quiénes somos.

La mente es el gran obstáculo para poderlo descubrir. Atrapados en pensamientos, ideas, fantasías, emociones, sensaciones, estímulos externos, etc., nos hemos acostumbrado a creer que, del mismo modo que conseguimos darnos cuenta de todos estos contenidos mentales, ese es el mismo camino que en algún momento nos permitirá conocer la verdad de nuestra propia existencia.

Sin embargo, el tiempo pasa y seguimos sin dar respuesta al enigma: ¿quién soy? Tal vez, porque estamos mirando donde no se encuentra la respuesta, o tal vez, porque no estamos utilizando el método adecuado para poderla ver. O tal vez, ambas cosas a la vez. 

Ya que la mente es el gran obstáculo, la respuesta vendrá cuando la atención se sitúe más allá de la mente. Es decir, cuando consigamos ignorar los contenidos mentales, podremos ver directamente la realidad. 

La psicoterapia no es una herramienta adecuada para trascender la mente, ya que la considera su objeto de estudio y de intervención terapéutica. Afortunadamente, desde oriente nos llegó, hace miles de años, un método que permite mirar en la dirección adecuada, sin las interferencias de la mente. Este método es la meditación.

La meditación permite situar la atención en la propia conciencia, en el darse cuenta. Permaneciendo atentos a ese espacio interior, sin distraerse con los contenidos mentales que continuarán apareciendo, llega un momento en que se hace presente el silencio de nuestra naturaleza primordial: la vacuidad del ser. No se trata de una emoción ni de un pensamiento ni de una cognición. Es una sabiduría profunda que nos conecta con la realidad. 

Ahí comienza la espiritualidad.

Pero el camino es largo y requerirá determinación y perseverancia. Como al entrar en un lugar oscuro, no basta con mirar para poder ver. Es necesario permanecer el tiempo suficiente en contacto con el silencio, para que emerja la realidad.

La meditación nos permitirá, si estamos dispuestos a ello, tomar conciencia de nuestras dificultades habituales, que condicionan nuestra forma de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Pero la meditación no las resuelve, tan sólo nos las muestra. El contexto para poder resolverlas es el mismo en el que se producen: la vida cotidiana. Y el método idóneo para avanzar en su integración y transformación es la psicoterapia.

Para avanzar en la espiritualidad, necesitamos un compromiso profundo con nosotros mismos, con los demás y con la vida. De ahí surge la determinación para desarrollar atención, concentración, discernimiento, empatía, gratitud, perdón, amor, compasión, sabiduría… Al integrar estas cualidades en nuestra vida cotidiana, iremos encontrando un lugar desde el que vivir con serenidad cualquier circunstancia que nos presente la vida, sin perjudicar a los demás. Frecuentar este lugar nos permitirá mirar desde el corazón a la vida, a los demás y a nosotros mismos.